Tú no tienes madre – le gritó ella enojada.
Ni tú tampoco -le contestó él en el mismo tono.
Y de repente, sintiendo el peso de la orfandad de toda su vida, Adán y Eva se abrazaron
y empezaron a llorar desconsoladamente.
Tú no tienes madre – le gritó ella enojada.
Ni tú tampoco -le contestó él en el mismo tono.
Y de repente, sintiendo el peso de la orfandad de toda su vida, Adán y Eva se abrazaron
y empezaron a llorar desconsoladamente.