¿ Acaso el hombre tiene las llaves del cielo?
Qué camino tomar cuando uno no quiere atajos
De quién son las voces que nos susurran: ¡Déjate ir!
El cuerpo se desconoce ante esa luz
ese dolor que lo toca todo.
Alguien dicta el destino
y cada movimiento de nuestras vidas transitorias.
Hay palabras y sonidos de viento que se funden en una confesión infinita
Vida dictada
el piso cruje y la madera toma la voz del bosque y no de quién camina.
Un gobelino cobija el cuerpo de una mujer,
se inicia una peregrinación de ondas interminables
El agua se mueve pero las olas se mantienen quietas.
Los metales sostienen la red del ascenso sublime
Los alientos soplan y la rosa de los vientos gira
El norte no existe
Todo parece detenerse.
Se detiene
No hay gravedad, la soledad no existe
En la bruma se esconde un silencio profundo y sostenido.
cuarenta y dos segundos la distancia al cielo.
Se abren las alas, pero uno no cae
Tres movimientos
los coros nacen en la tierra
y sin buscar el cielo o por que existe
el movimiento sube sin timidez por los rizos de la cabellera de una mujer
El perfil del horizonte nos regresa el eco
del alma que no pregunta
pero que siempre ha querido escuchar.